Historias de un guerrero
Venganza
Nuevamente los mapuches se desplazaron
de noche, con la buena fortuna, que la luna iluminaba su camino, así al
amanecer del tercer día, estaban en las aguas de Millaray, en su camino se
habían juntado mas weichafes y conas, ya
su número era de un centenar, el grueso de sus fuerzas acampo en medio de un
Monte de Coihues mientras que los
Lonkos, mas algunos exploradores y sus mejores weichafes se movieron sigilosos
hacia el campamento huinca, ahí estaban
en medio de un pampa a orillas del rio, algunos estaban borrachos, tendidos en
el suelo, vieron también con pena algunas domo muertas cerca de las tiendas,
sin embargo a pesar de su borrachera, estaban prevenidos de ataques,
empalizadas rodeaban su centro, habían vigías custodiando, los trabucos estaban
armados cerca de las tiendas, además de varias docenas de yanaconas (tropas
indígenas auxiliares de los españoles) por
algunos minutos Curaqueo conto a los que se podían divisar, unos 70 hombres,
seguramente otros más estarían descansado dentro de las tiendas. Huaitro en
tanto apretaba con furia la rama del árbol en la se parapetaba, Curaqueo lo vio
y le hizo señas de que se calmara, los podía delatar
Volvieron hasta sus
camaradas y contaron lo que vieron, entonces Curaqueo explico su plan,
atacarían al anochecer, ayudados por la luna llena que les daba buena
visibilidad, se dividirían en tres
escuadrones rodeando el campamento, arrinconándolos contra el rio que no
podrían cruzar con sus armaduras metálicas, Curaqueo y su gente tendría el
honor de empezar la contienda, por mientras establecerían campamento a su
alrededor para evitar que alguno escape, y descansarían dejando vigías por las
posibles rutas de escape.
Al anochecer del
tercer día, el monte empezó rugir como si mil demonios se acercaran, eran los
mapuches, que aullando y cantando himnos de guerra se acercaban al campamento.
Los huincas y yanaconas salieron
espantados de sus tiendas algunos poniéndose la ropa aun, sabían bien de que se
trataba, pero ya era tarde a unos cien metros galopaban los weichafes, lanzas
en ristre; la lucha había empezado, tomaron sus armas e hicieron fuego muchos
jóvenes weichafes cayeron, pero eso no
detuvo la masa de hombres y caballos que
se les venía encimas, más aun, los trabucos que eran útiles armas capaces de
matar a muchos enemigos, eran lentas de recargar y en tal corta distancias no
había tiempo para eso, así que rápidamente
se hicieron de sus lanza y espadas para defenderse del ataque, las
fuerzas eran parejas, casi un centenar de huincas y yanaconas contra un poco
más de un centenar de mapuches, así que los Huincas se atrincheraron detrás de
la empalizada, mientras su alrededor los mapuches lanceaban a los que no
pudieron esconderse en su trinchera, a la media hora de lucha, las cosas iban
parejas mientras los cuerpos se iban amontonándose en el campo de batalla, Los
hermanos Huaitro luchaban montados, a
orillas del ríos, enfrente de ellos tenían a unos cuatro huincas también
montados rodeándolos, pero los jóvenes conas eran más flexibles y livianos que
sus oponentes; limitados por los corazas, Huaitro asesto con su lanza una certera estocada por
el lado de un jinete, que emitió un sordo quejido de muerte cayendo en medio de
la refriega, en tanto a su hermano protegía su espalda, los huincas que
quedaban se revolvían en sus monturas lanceándolos, así que el mayor de los
hermanos arrojo su lanza y le asesto en la frente del segundo jinete, al mismo
tiempo que tomo su maza y se acerco decido al
3er huinca, golpeándolo en el pecho rudamente, mientras su espalda su
hermano menor daba cuenta del cuarto jinete de otro certeza estocada en el
cuello, no sin antes recibir un lanzazo
en la pierna, el grito de dolor de su hermano hizo que se descuidara y el huinca
pudiera salvarse, arrancando entre sus líneas.
Rápidamente Huaitro
retiro a su hermano y su montura de la
lucha, en los lindes del monte reviso su herida, allí varios otros weichafes y conas heridos durante el combate, la pierna sangraba
abundantemente, pero por fortuna no había sido una herida mayor, por lo
que vendo y comprimió la herida –Quédate
aquí le dijo –debo regresar a ayudar, si la lucha se ve mal para nosotros huye-
al menos unos de nosotros deberá sobrevivir para vengar a nuestra familia.
Asintió con la cabeza mientras veían volver a su hermano mayor a la batalla,
que eran un infierno sombrío, de hombres matándose, por toda aquella pampa,
bajo una luna lúgubre.
Curaqueo comprendió
que si bien tenían algo de ventaja numérica la empalizada, era un obstáculo que
impedía acercarse a los huincas, mientras ellos utilizaban ballestas, flechas y
trabucos desde sus posiciones, lo cual
le había causado bastante bajas, así ordeno lacear las empalizadas, abriendo
varios boquetes por donde pudieron ingresar los mocetones, desde ahí en adelante
la lucha se hizo aun más cruenta, por unos de ellos ingreso Huaitro
atropellando a unos cuantos huincas con su montura, saltando después sobre
otros con su maza en la mano, quebrando el cráneo de un primero que estaba sin
casco y rompiendo la quijada de otro.
Continuara...
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