Y cuando te acerques,
ya no me busques;
Porque, el rostro que conocías
no existe,
se perdió al caminar
por la oscuridad de la noche
en esa calle al frente de tu
ventana.
En esa odiosa hora de la discusión feroz,
cuando este cuerpo
ya no era suficiente a tu
mirada,
cuando estas manos, manos mías
ya eran ásperas a las
caricias.
Entonces estallo la tormenta
con sus rayos, con la lluvia gélida,
con lagrimas;
con su viento y huracán.
Con el reproche amargo
y la tristeza desatada.
Todo envuelto y amarrado
en la discordia y la torpeza
de los seres, esas almas
que arrastrando el despecho,
se insultan;
transformando el amor
en el mas profundo odio
Salí entonces por esa puerta
arrastrando un infierno en el
estomago,
con el frió que solo la
soledad
sabe dar a tu alma.
Caminar despacio hacia las
sombras
con un adiós seco en los
labios.
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